sábado, 6 de noviembre de 2010




AL CUERPO HAY QUE DARLE LO QUE PIDA.
Angie. Primera Parte.



Cuando una adolescente comienza a sentir que en su cuerpo están ocurriendo cambios acelerados, va apareciendo en su mente la idea precisa de saber que es una mujer. A veces son sutiles cambios, otras veces una joven puede acostarse y amanecer en su cama ya preparada para la iniciación. Es posible que en algunos momentos la curiosidad llevara sus manos a sus partes íntimas para saber qué se siente. Una vez que entiende que el placer se encuentra en específicas zonas de su cuerpo, será la idea de experimentar qué es un hombre y qué sucederá cuando esté desnuda con alguno. Ese pensamiento rondará por varios años, hasta que la sociedad le abra las puertas, o tal vez esa ex niña se atreva por sí misma, un poco antes de tiempo, a provocar ese añorado día.
Angélica pudiera ser un ejemplo. Una joven que 17 años de edad ya tenía alguna referencia sexual, más allá de masturbarse frotando la almohada suavemente contra su cerrada vulva aún, no había ido más lejos. Comentarios lógicos que se escuchan en voz baja entre las aulas de clases también generaron el punto de partida para iniciar a Angélica a pensar con mayor curiosidad en el mundo del sexo.
Angélica. o Angie, el diminutivo en inglés como era conocida por todos, era una chica muy clara de los riesgos del sexo a edades tempranas, la buena comunicación con sus padres le había dado el soporte necesario para saber que "tenía que cuidarse" el día que decidiera tener sexo. Pero para Angie ser responsable y traviesa no estaban en contradicción. El momento le diría que hacer. Eso sí, siempre pensó que un hombre mayor que ella le podía proporcionar, según ella por su experiencia, más tranquilidad. La frase "me gustan los hombres mayores que yo", que algunas chicas usan, en Angie cobraba más sentido si de sexo se trataba.
Angie era una joven recién salida del mundo adolescente, ya con cuerpo hecho, tal cual como dicen algunas veces, toda una mujercita, delgada y frágil de apariencia, pero de cintura formada, de senos firmes y frescos, toda virgen por supuesto, jamás tocada por hombre alguno. Una joven hermosa, de cabello muy negro, largo y suelto, de voz ronca y sensual y de sonrisa y mirada pícara. Inocente en esencia, pero sabiendo como esconderla, para mostrar una madurez y una experiencia que, obviamente, no tiene. El momento estaba por tocarle la puerta.


Cierto día, domingo, para ser preciso, Angie se encontraba sola en casa, vale decir que era la hija única de un matrimonio roto, y aunque sus padres mantenían relaciones cordiales, estaban separados hace dos años. Angie vivía con su madre, una madre joven, de 42 años, que ese día estaba esperando por un amigo del trabajo que la había invitado al teatro. Esta no es la típica historia de la lolita que le quita el novio a la madre, no. En verdad eran amigos. La mamá de Angie había salido a realizar unas compras a comienzos de la tarde, se había retrasado por el tráfico infernal que, incluso los domingos, suele sorprender a Caracas. Eran las 2:30 de esa tarde, cuando el timbre sonó en la puerta de la "niña" Angie. Ella presurosa, corrió a echar un vistazo por el ojo mágico de la puerta, supo que era el amigo de la mamá y abrió la puerta. entonces, aunque ya había visto a Alex, que así se llamaba el amigo de su mamá, procedió esta vez a "escanearlo" con su mirada de arriba-abajo, mientras lo saludaba así: "Alex...pero que elegante y bello estás...hola. Pasa adelante, mi mamá llamó y dijo que ya viene en camino". Alex entró y se sentó en el sofá. Angie decidió sentarse enfrente para servir de anfitriona. Su mirada se fue haciendo cómplice de la picardía, mientras que de tema en tema buscaba la manera de tocar la palabra sexo. ¿La razón? ya la veremos.
uff, qué calor! estoy que echo fuego...creo que mi cuerpito está pidiendo que lo refresque". Y lanzó una risa traviesa. Ante tal expresión, Alex le respondió: "Bueno, dicen que al cuerpo hay que darle lo que pide". El tema estaba servido. Angie, miró hacia el techo, dando la clara impresión de que estaba reflexionando sobre la expresión que acababa de pronunciar el amigo de su mamá. Entonces, ripostó así: "Humm, si por eso fuera estoy en graves aprietos, porque mi cuerpo está como pidiendo muchas cosas". Ahora fue Alex quien miró hacia el techo.


Angie prosiguió con estas palabras: "Lástima que los chicos de mi edad, no tienen nada en la cabeza, ni para un mal pensamiento me sirven, por eso siempre me han llamado la atención los hombres mayores". Alex se sintió aludido y dibujó una sonrisa nerviosa en su cara. "Alex, con tu permiso voy a darme una ducha, estás en tu casa, enseguida vuelvo", dijo Angie como para romper los segundos de silencio que se habían producido.
Mientras Angie paseaba el jabón por su cuerpo, iba pensando cómo atraer a aquel hombre al punto que su inquieta imaginación se había propuesto una travesura: "Alex, disculpa, me alcanzas la toalla que dejé olvidada sobre mi cama...y perdona la molestia". Aunque con mucha pena, Alex le llevó la toalla a Angie. Tocó la puerta del baño. Unos segundos luego Angie abrió la puerta, pero muy intencionadamente, se dejó mostrar una parte mojada de su cuerpo, unos de sus senos, un pezón erecto de tanta agua de ducha tibia. "Huy, que pena" dijo, y cerró abruptamente la puerta. Sin embargo, la traviesa malicia de Angie no había terminado.
Para dirigirse a su cuarto, Angie tenía que atravesar la sala, justo el lugar en el que estaba Alex. ni modo, no había otra. Angie se ajustó la larga toalla desde su pecho, la giró sobre su cuerpo mojado y decidió salir del baño con paso apresurado. Al pasar frente a Alex dejó caer la toalla de su cuerpo y quedó paralizada frente a aquel hombre que no tuvo tiempo alguno de mirar a otro lado. Se quedó boquiabierto contemplando aquella figura angelical aún goteando agua. Para Alex fueron horas, para Angie esos cinco segundos habían sido suficientes para despertar el instinto del macho que la miraba desnuda. Angie recogió presurosa la toalla del piso y como pudo se arropó con ella y marchó corriendo a su cuarto. Angie se acostó en su cama mientras pensaba en dos cosas: qué ropa usar para vestirse y la más importante, cómo podía volver a mostrarse a Alex. Entonces se le ocurrió algo.




Tomó su teléfono celular y marcó desde allí el número de su propio hogar, el teléfono residencial estaba ubicado de tal manera que quien tomara la llamada podía ver su cuarto, más aún, la cama en la que ella estaba desnuda, pues había dejado la puerta de par en par. "Por fi, Alex atiende, creo que es mamá". Angie dejó caer la llamada para mantener a Alex más tiempo en el lugar exacto. "La llamada se cayó, pero ella va a volver a llamar..." Angie estaba tal cual como Dios la trajo al mundo, desnuda y virgen. Con marcada intención, estaba boca abajo, dando la espalda a la mirada atónita de Alex. Ella alzaba una y otra ropa íntima, buscando cuál iba a ponerse, mientras hacía eso, tarareaba una canción, como simulando que estaba completamente distraída. Alex miraba aquellas nalgas que se movían suavemente al ritmo de la canción. Alex aún sin quitarse del lugar, le dijo a Angie: "Tu mamá, no volvió a llamar..." No. Ni va a volver a llamar, fui yo quien llamó Alex", Angie giró su cuerpo, se colocó boca arriba, se mostró toda y dijo: "Disculpa, es que quería saber que se siente estar desnuda frente a un hombre". Angie, aún tumbada en la cama, fue poniendo cara de niña buena al tiempo que remataba con esta expresión: " Pero no me vayas a hacer nada malo...¿sí?, mira que soy señorita".
Ahora queda en la mente de mis lectores dar rienda suelta e imaginarse lo que sucedería luego. O tal vez en el próximo capítulo mi persona decida terminar la historia. Por los momentos dejemos que Angie y el despertar de su cuerpo de mujer, esperen si lo que dijo Alex, de que al cuerpo hay que darle lo que pida.


"Devórame, pero lentamente"
Angie. Segunda Parte.

No hay duda de que el instinto sexual asume mayor intensidad en la evolución del crecimiento, eso sucede a hombres y mujeres por igual. Y es la educación familiar, la cultura y la sociedad los que frenan, de alguna manera, los impulsos y las ganas, a veces incontrolables, de "probar" el placer de la piel. Y hay quienes rompen las reglas a muy temprana edad, pero saben bien cuál es el límite. Ese es el caso de la joven Angie, quien se atrevió, como ustedes recordarán en el capítulo anterior, a mostrarse desnuda, con toda la picardía necesaria, a Alex, un amigo de su madre, mucho mayor que ella, que se encontraba de visita. ¿Qué sucedió esa tarde? ¿Qué buscaba Angie tentando a aquel hombre que la contemplaba impávido mientras ella estaba en la cama boca arriba...y desnuda? Lo erótico, lo sensual y la locura de la piel, se dieron cita ese día. Angie le había dicho a amigo de su mamá que quería saber qué se sentía estar desnuda frente a un hombre, pero, además, le había sugerido que no le hiciera nada malo, porque era virgen. Angie sólo estaba pidiendo que jugara con su cuerpo, que la hiciera sentir, sólo eso. Para aquel hombre ver a Angie así, tal cual, boca arriba, apoyándose en sus codos nada más, con las piernas sutilmente abiertas, para mostrar una vulva depilada y virginal, cerrada pero palpitante, deseosa de mojarse, era el placer a pedir de boca. Él se acercó lentamente, se sentó al borde de la cama y le dijo suavemente: "Eres traviesa Angie, ésto es muy peligroso", y ella ripostó: "Sí, yo sé. Es muy peligroso...pero puede ser muy rico". y prosiguió con una aclaratoria: "Ah, eso sí, nada de penetración...bueno, espero. Devórame, pero lentamente" y soltó una carcajada con malicia de mujer experimentada.

Entendida la sugerencia las primeras caricias de manos de hombre fueron al cuello de Angie, los dedos fueron a la parte posterior de su oreja, y en círculos suaves bajaban y subían con ritmo acompasado, un juego erótico que lograba sacar unos inaudibles gemidos de ella. Luego con la misma ternura del preludio, Alex trasladó su dedo índice a la boca de Angie, y lo paseó por la boca entreabierta y jadeante. Un suspiro largo siguió y ella se tumbó rendida en la cama, comenzaba su entrega. Era el momento de los pezones, que , casi envidiosos, exigían caricias de aquellas manos masculinas. Un dedo fue a ese pedido, y sólo lo rozaba, sólo tocaba la cima y Angie contorsionaba su cuerpo en un provocativo temblor. Las manos de Alex ahora se deslizaban camino abajo para estacionarse en el ombligo, antesala del terremoto que se aproximaba en el húmedo abismo de aquella joven sedienta de placer.
La ruta se aquellas manos se detuvieron unos segundos para que las bocas se fundieran en un beso. Así fue. Angie cerró los ojos, dejó que la otra boca se acercara hasta sentir el aliento ajeno, pero apretó los labios por los nervios, entonces fue sintiendo como la lengua de su amante ocasional, entraba para abrirle los labios, Angie se dejó penetrar por la lengua y comenzó a mover la suya con inquietantes movimientos de ahogo. Sin duda, estaba saboreando todo lo que podía. Necesitaba comprobar lo que se siente. Y vaya que disfrutaba, pues, como gotas de rocío en una flor, su vulva ya dejaba escapar las gotas de su excitación. Ella sabiendo que si abría más sus piernas, estaría invitando, indirectamente, a las caricias a aquellas manos de hombre maduro a su caliente e inexplorado territorio de blanda piel. Eso hizo. Sin embargo, cuando sintió que la mano traspasó la frontera del ombligo, ella bruscamente se volteó, tal vez para extender la expectativa, entonces se poso boca abajo, quería ofrecer su espalda toda, absolutamente toda.
Fueron los labios de Alex los que se posaron en la espalda y con tiernos besos se ubicaron en la línea de la columna vertebral, sabía cuál era el final de ese camino. Angie que también sabía hacia dónde se dirigían esos besos, levantó su trasero y abrió sus nalgas. Otra de esas indirectas que el cuerpo cumple como una orden lujuriosa del deseo. Sintió la humedad de la punta de la lengua acariciar los pliegues de su ano...soltó un: "Huy, Dios mío...qué rico". Movió sus nalgas con más ritmo como para volver loco a Alex . Justo en ese instante giró y se volteó para ofrecer su mojada vagina.


El sabor de mujer de Angie comenzó a ser degustado por la boca desesperada de él, que inmediatamente entendió que su tarea no era sino la de enseñar los rincones del placer a Angie y suavizó su pasión para dedicarse a tomar de ella sus ricos jugos de mujer. Ella llevó sus manos a su ranura y se ayudó a abrirle más espacio a la invasora lengua que la estremecía. Su clitoris descubierto, inflamado de placer, sonrojado no de verguenza sino de ganas de sentir más, se había convertido en corazón de latidos acelerados. Cuando suponía que el orgasmo de Angie se acercaba, detenía su lengua, una y otra vez utilizó esa táctica, quería en definitiva que Angie no olvidara nunca ese domingo, esa tarde, ese momento. Después de minutos que parecieron horas para ambos, aceleró su lengua e hizo que Angie estallara en gemidos y temblores. Si eso era un orgasmo, entonces ella se había corrido. Llegó la pausa lógica que da la batalla del placer. Pero aún faltaba algo. Ella se sentó en la cama, satisfecha, sudada, despeinada, estremecida, ahora con ganas de probar el pene de un hombre en su boca. Sólo eso le faltaba. Una pícara mirada a la cintura fue suficiente.


Se bajó el cierre del pantalón y sacó su erecto e inquieto miembro. Primero se cruzaron miradas, en el sexo, a veces las palabras ceden protagonismo. Entonces, sin querer mirar el pene de él. Angie colocó su mano alrededor de tiesa y engrosada polla, sus delgados dedos de casi niña, iniciaron un suave recorrido de arriba-abajo, el dedo índice se entretuvo en la cabeza del miembro y giro con suavidad tierna, luego incrustó sus dedos en el vello púbico, se quedaron quietos en el follaje, mientras decidió llevar la cabeza de Angie hasta su miembro. Ella cerró los ojos y fue con sus labios abiertos a probar a qué sabe un hombre, sintió que era penetrada de otra forma, se experimentó ajena de sí misma, dejó de pertenecerse, al mismo tiempo que la parte más delgada de aquel miembro entraba a su boca, se dejó subir y bajar por las manos de Alex, pidió tiempo con sus manos cuando sintió que se ahogaba a momentos. Al cabo de unos minutos ella dejó su gula lujuriosa para quedarse cerca mirando cómo se masturbaba frente a su cara, no pasó mucho tiempo para que él expulsara a chorros intermitentes todo el contenido de su pene, Angie con sus ojos cerrados, sintió en su rostro la salpicada tibia de semen y esperó paciente que una parte del líquido bajara por su cara hasta saber que estaba cerca de sus labios, entonces emergió de su boca la punta de su lengua y probó semen. No hizo ningún gesto. Sólo probó.

Abrió los ojos y pidió un beso en su boca. Su travieso viaje al mundo del sexo y el placer, había llegado a su final. Sin decir palabras Alex salió del cuarto, ella lo siguió. Y la en la sala le dijo: "Te quiero pedir otro favor, puedes tomarme una foto, así desnuda". Alex accedió a su pedido. Angie buscó una cámara y fue a posar desnuda en la mesa de comedor. Cuando sintió el flash, parece haber sentido un baño de luz como bautizo de iniciación. Alex se despidió diciéndole a Angie que le dijera a su mamá que se le habría presentado una emergencia y que, por tanto, no podía esperarla, le dio un beso en la mejilla y se fue.
De aquel domingo quedaría grabado en la mente de Angie y Alex unos momentos de esos que irían y vendrían en forma de recuerdos en el tiempo. También quedaría aquella fotografía en la que Angie posó desnuda, sentada, en aquella sala, satisfecha, feliz...teniendo enfrente, sobre la mesa, un florero copado de bellas flores y capullos, capullos que, como ella, se abrirían muy pronto y para siempre...
Esas son historias de niñas que quieren ser mujer, adolescentes que ya sienten deseos de piel con piel, son las llamadas "lolitas", inocentes, provocadoras.




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