domingo, 15 de septiembre de 2013

CUANDO ELLAS SE HACEN MUJER...LOS DESEOS APARECEN

Como se puede notar en los resultados de la encuesta las chicas parecen ser muy "calientes" apenas inician los 18 años (o antes) y unos años luego mantienen la lujuria a flor de piel. Lo curioso es que los encuestados mostraron la misma tendencia, según los resultados, para las mujeres entre 35 y 45 años. ¿Respuestas basadas en las experiencias personales? ¿Respondieron hombres o mujeres? Seguiremos indagando.

El cuerpo se transforma y la piel comienza a pedir caricias
Y es que cuando explotan las hormonas, los estrógenos fluyen y se derraman por todo el cuerpo. Entonces, las muñecas y los juegos de niña quedan atrás para dar paso a pensamientos de mujer: el sexo opuesto, el crespo vello púbico que brota, la idea fija en esa primera vez, los besos por venir, las tetas que se proyectan, inquietos, el pezón altivo y erecto cuando hay frío o cuando hay ganas, el culo se infla cual globo a reventar...el maquillaje, la sensualidad, la curiosidad íntima, los dedos buscando escondite entre las piernas, la moda de depilarse la vulva...y el clítoris esperando su momento de llenarse de locura.

Se entregan
Y llega el momento, el cuarto, el chico, la verguenza inicial, la gran pueba. La panty en el piso, las caricias temerosas, el beso y la lengua hasta el fondo. El dedo de él en el ano de ella, su gemido, el grito desgarrado, el placer sostenido. El miembro duro de él en las manos curiosas de ella. El aliento de ella cerca del pene, y la primera vez que besa y traga con su boca el miembro venoso de un hombre. El sabor a carne humana entre sus labios se pasea por su lengua.

Ahora sus fluídos en la boca de él, su carne blanda y caliente, sus labios hinchados de sangre, el sudor de su vulva enloquecida... el pene que se empuja por el oroficio hirviendo, el himen que retrocede, se hace eslástico...se resiste, se rompe y aparece el grito. Un grito que se aferra a las paredes, al igual que sus manos se trenzan en la espalda de él. Sangre, sangre roja de ella manchando el,  todavía,  pene descubridor. Olor a semen, olor a sexo vencido.
El erotismo sale por los poros
La niña se hace hembra
Se siente deseada, desea también, se reprime, se suelta, se muestra coqueta, sueña mijada, se toca, se entierra el dedo, se abre de par en par en plena soledad, se hunde en su lujuria y se siente mujer. En la calle, mantiene altiva el pudor, "no se vende" a cualquiera, piensa en el amor verdadero, se enamora, se deshace y vuelve a la conquista.
Se divierten, se buscan, se encuentran 
Entre ellas aparecen las confidencias, comparten amores y desamores, hablan de futuros cercanos, de sueños, de anhelos. Se esconden en libros, en tareas universitarias, visten a la moda, se intercambian la ropa, se acuestan como amigas y se tocan como amantes. Se acarician sin dudar de su sexualidad, experimentan orgasmos. Se ríen del mundo.


Se muestra, se descubre a sí misma
Muestra sus encantos, se gusta ella misma, se hace ángel social y diabla en la cama, fiel en el amor puro e infiel cuando le da la gana. Se masturba una y otra vez, se resiste al sexo anal...pero igual se entrega. Usa sus dedos de madrugada o cuando puede hacerlo, se da nalgadas nocturnas, sueña...y gime. Piensa en consoladores, los piensa, los piensa...lo compra, lo usa. Tiene sexo en hoteles de paso, hoteles familiares, hoteles de lujo. Lo hace en la oficina con el chico de turno, en el automóvil, en la parte de atrás, adelante como copiloto el sexo oral sin freno. Lo hace en la playa, en el bosque, donde se pueda.
Son deseadas y lo saben...


Son peligrosas desnudas y lo saben
A esa edad, la vida es pura piel

Al principio la niña es solo eso, una niña, un ser dedicada a ser mimada por padres y familiares, un ser a pura inocencia del mundo que la rodea, con sus juegos, con sus muñecas. Pero el tiempo hace su tarea y va creciendo y va entendiendo que su género es distinto al del varón. Al mismo momento, la sociedad sociabiliza su conducta y ella asume el rol que le corresponde.

Sin embargo, por dentro, se van produciendo cambios significativos, llega el tiempo en que las hormonas aceleran la transformación. Su pecho plano se ensancha, se hinchan las tetillas, se hacen las tetas y los pezones adquieren relevancia, la cintura asume forma, las caderas dejan de ser rectas, las nalgas crecen...y, por supuesto, llega el día en que sangra por la vagina, la mestruación es un hecho, le sucederá cada mes. Ella está apta para la procreación, para aparearse y tener descendencia. Descubrirá, seguramente, que podrá no procrear si lo desea y que aparearse trae consigo placer. Antes de eso, tal vez, su curiosidad la habrá llevado a experimentar sutiles toques en sus partes íntimas, ella misma sabrá lo qué es esa sensación de placer.

Al final de sus estudios de primaria habrá mostrado ser coqueta y entenderá qué significa ser deseada por los compañeritos varones de su salón. Sólo habrá vivido el cruce de miradas pícaras entre sexos opuestos. Pero será suficiente para lo que viene en camino. Luego, en los años siguientes, dibujará en su cara lo que queda de la inocencia de haber sido niña y la curiosidad de querer ser mujer. Es la adolescente, la joven inquieta. Ya comienza a sentirse deseada. Los juegos serán otros, la sociedad, su entorno ya habrá dado cierta información...la calle hará el resto...y su cuerpo también demandará más sensaciones.
Se verá desnuda, se comtemplará frente al espejo, buscará redescubrir su vulva, ahora ya con vello púbico, se depilará axilas y piernas...quizás entre en la moda de depilarse su entrepierna...jugará primero con su cuerpo, algunas veces con pudor...otras veces con sin rubor y sin pena. Sabrá que si se toca con los dedos allá abajo, se le irán humedeciendo los labios de la vagina. Sentirá que el capullo llamado clítoris se inflama y palpita. Entenderá que existe algo llamado masturbación, que en la calle eso se llama "hacerse la paja", decidirá si se la hace o no...o si lo dice abiertamente a sus amistades, quizás diga siempre que jamás lo hace, aunque sospechemos que ella, en muchas noches se entrega al placer por sí misma.
Las fantasías rondan su mente, los deseos son ahora más frecuentes, sabe que ser virgen es "no haber perdido el himen en una penetración", le han dicho que "eso duele", pero también sospecha que si todas las mujeres, o casi todas, lo han vivido es por algo y que tarde o temprano a ella le tocará. Será cuestión de tiempo.

Ya habrá visto penes en algunas revistas o en alguna película, y en la sociedad actual, internet habrá puesto una parte para que la lujuria esté a flor de piel. Algún día verá un pene erecto en vida real, tendrá que verse desnuda frente a frente con un hombre, si es que esa es su tendencia sexual, digamos la lógica. Pensará qué se sentirá ser penetrada, tendrá la curiosidad de saber a qué sabe un pene en su boca, igualmente se habrá enterado que a la mayoría de los hombres les gusta el sexo anal, decidirá luego qué hacer con esa reiterada petición masculina.

Como se ha dicho anteriormente, el tiempo se encargará del resto. Llegará el día de su encuentro con el sexo opuesto, llegará el día de sentirse mujer, de ser mujer...y de saber la diferencia exacta entre mujer y hembra.
ESTEFANÍA...Y EL DESEO DE PERDER LA INOCENCIA



El relato que a continuación comparto con mis lectores, es la historia de Estefanía, una ex niña, una recién mujer de apenas 18 años cumplidos. Toda cuerpo, hecha ya para ser deseada, provocativa por su andar, por ser coqueta, insinuante aún sin experiencia. Dispuesta a enfrentar sus primeros retos sexuales. Ella, morena, de piel canela más bien, de senos grandes, tiernos a simple vista, senos que se movían al titmo de su caminar, cintura estrecha, de esas cinturas que quedan escondidas cuando un hombre se posa sobre el cuerpo de la mujer que las tenga así, caderas salientes, como para formar el molde de una guitarra. Y qué decir de su entrepierna...por encima de aquel blue jeans ajustado se notaba un manjar para dioses, todo estaba al descubierto aún por encima de la tela. Era intencional aquella evidente provocación. Ella sabía que las miradas de hombres irían a ese lugar primero, después escanerían el resto de su cuerpo. Sin embargo su mirada era otro mundo, sus mirada transmitía al mismo tiempo dos cosas a la vez: "no sé nada de sexo, pero deseo que me hagas daño". Es curioso esa dualidad, contradictoria quizás, pero cierta. Eso decía su mirada.Aquel día, mejor dicho, para ser más preciso, aquella noche, frecuenté su casa, realmente fui a visitar a su hermano, compañero de estudios, vivian allí puros hermanos, estudiantes todos, han venido desde la provincia a estudiar en la capital del país. Yo era mayor que ella 10 años y nuestras miradas se habían cruzado ya con cierta picardía, esas miradas que se dicen todo, de manera que nos gustábamos, había atracción mutua. Faltaba tan sólo la oportunidad de estar cerca, muy cerca.
No hacía falta ningún motivo especial para tomarse unos tragos ese viernes nocturno, jóvenes todos, lo único que se necesitaba era ganas de tomar y charlar en buen ambiente. Estefanía desde lejos me miraba insinuante. Lo mismo hacía yo. Mientras las horas transcurrían, las cervezas iban y venían, acelerando las fantasías entre aquella criatura hecha mujer y yo. Entonces decidí tomar con más pausa y esperar, quizás, que sus hermanos se fueran rindiendo a la madrugada y al cansancio. No era un plan, era un deseo, quería que ellos se fueran a dormir y quedarme con Estefanía a solas. Ella, sospecho deseaba lo mismo. Y tal fue lo deseado, que uno a uno los hermanos y su hermana mayor, se fueron a dormir y me ofrecieron que me quedara en su casa y que podía dormir en el sofá. Sucedió que esa niña, esa mujer, se sentó a mi lado e iniciamos una conversación, que, en principo era cotidiana, luego el tema pasó a un plano íntimo, después a un tema sexual y...en ese tema, por unos instantes nos detuvimos a miranos, ella acercó su cara, arrimó su boca a mis labios y estampó un beso tierno. Ese beso se convirtió en un intercambio apasionado de lenguas inquietas, justo beso para que la erección de mi miembro intentara dar salida a través del pantalón. Entonces, ella sabiendo lo que ya me pasaba, colocó su mano sobre mi pierna, buscaba acercarla al bulto que se me había formado entre las piernas. Le ayudé y le puse su mano sobre mi erección, noté que lo palpaba, noté que era la primera vez que sentía un pene palpitando. Su mirada se quedó quieta sobre mi entrepierna, sin hablar me estaba pidiendo que quería verlo. Decidí sacar de su prisión a mi pene para que Estefanía lo viera. Su cara dibujó una curiosa sonrisa, y se inició a acariarlo con cierta pena. Fue luego mi mirada la que le insinuó que me mostrara sus tetas, lo entendió tan directo que se levantó su camisa y dejó ver su sostén y aquella exquisita forma que asumía su blanda piel. Luego, se bajó un poco el sostén y sus pezones erectos saltaron deseosos de ser probados por primera vez por la boca de un hombre. Eso hice.
Estefanía estaba entregada a la pura curiosidad, pero el instinto funciona. Con más rapidez comenzó a entender que si su mano apretaba más mi pene y que si subía y bajaba su mano con rapidez, provocaba más excitación en mí...me estaba masturbando. Fue tal su frenesí que expulsé todo el semen que tenía, un volcán de placer cuyo contenido nos bañó a ambos, hasta su hermoso rostro fue salpicado de mi lujuria. Ella, Estefanía, abrió su boca en señal de sorpresa, era la primera vez que veía todo aquello, se miró su mano empapada y soltó una nerviosa carcajada. Le pedí con cierto nerviosismo que hiciera silencio, pues podía despertar a quienes dormían.

Ella se levantó del sofá, se bajó su camisa para cubrir sus senos y me pidió con señas que guardará mi pene. Se fue a su cuarto sintiéndose más mujer. Al cabo de unos minutos se asomó a la puerta de su habitación y me hizo una seña para que acercara. Me detuvo en la puerta, no me permitió entrar, sólo quería mostrame algo. Se dirigió hasta el fondo de su cuarto y se puso de espaldas a mí, se bajó el pantalón y me mostró el esplendor de aquel trasero no tocado aún por ningún hombre, una diminuta y sexy prenda íntima cubría lo necesario, lo demás era piel...sexo.

Se inclinó para ofrecerse más, para excitarme más...para excitarse más. Se lo fue quitando poco a poco, con malicia inexperta, pero malicia al fin. La pequeña tela se desprendió de la humedad que la sostenía...
Y de pronto, su blummer se fue al piso en caída libre apenas pasó por sus rodillas. Se giró toda ella y su vulva depilada quedó al descubierto. Se acostó en su cama casi dispuesta, pero con su mano me dijo que no. Me hizo entender que me quedara en la puerta, que no fuera a su cama.

Ella sólo se quería mostrar desnuda, se quería mostrar mujer, quería que la viera y que la deseara más. pero, al mismo tiempo, se estaba dando el tiempo necesario para ir más lejos. Estefanía había dado lo suficiente, una parte de su curiosidad había quedado satisfecha, el instinto había aflorado. Desde ese momento lo demás vendría en camino.Estefanía, se cubrió con una mano su entrepierna palpitante y nerviosa, nerviosa y hambrienta. Me miró como diciendo "soy mujer", "soy hembra"..."y me has visto desnuda". Me dijo con esa mirada que quería dejar de ser niña para siempre, que otro día, tal vez otra noche se atrevería a más. Y así fue. Tanto así fue, que aún la recuerdo.

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