domingo, 6 de junio de 2010

CUANDO ELLAS SE HACEN MUJER...LOS DESEOS APARECEN

El cuerpo se transforma y la piel comienza a pedir caricias



El erotismo quiere salir

La mujer se hace hembra


Entonces la curiosidad por tocarse y por ser tocada...

por sentirse desnuda y deseada, se hacen presente.



Al principio la niña es solo eso, una niña, un ser dedicada a ser mimada por padres y familiares, un ser a pura inocencia del mundo que la rodea, con sus juegos, con sus muñecas. Pero el tiempo hace su tarea y va creciendo y va entendiendo que su género es distinto al del varón. Al mismo momento, la sociedad sociabiliza su conducta y ella asume el rol que le corresponde.


Sin embargo, por dentro, se van produciendo cambios significativos, llega el tiempo en que las hormonas aceleran la transformación. Su pecho plano se ensancha, se hinchan las tetillas, se hacen las tetas y los pezones adquieren relevancia, la cintura asume forma, las caderas dejan de ser rectas, las nalgas crecen...y, por supuesto, llega el día en que sangra por la vagina, la mestruación es un hecho, le sucederá cada mes. Ella está apta para la procreación, para aparearse y tener descendencia. Descubrirá, seguramente, que podrá no procrear si lo desea y que aparearse trae consigo placer. Antes de eso, tal vez, su curiosidad la habrá llevado a experimentar sutiles toques en sus partes íntimas, ella misma sabrá lo qué es esa sensación de placer.


Al final de sus estudios de primaria habrá mostrado ser coqueta y entenderá qué significa ser deseada por los compañeritos varones de su salón. Sólo habrá vivido el cruce de miradas pícaras entre sexos opuestos. Pero será suficiente para lo que viene en camino. Luego, en los años siguientes, dibujará en su cara lo que queda de la inocencia de haber sido niña y la curiosidad de querer ser mujer. Es la adolescente, la joven inquieta. Ya comienza a sentirse deseada. Los juegos serán otros, la sociedad, su entorno ya habrá dado cierta información...la calle hará el resto...y su cuerpo también demandará más sensaciones.


Se verá desnuda, se comtemplará frente al espejo, buscará redescubrir su vulva, ahora ya con vello púbico, se depilará axilas y piernas...quizás entre en la moda de depilarse su entrepierna...jugará primero con su cuerpo, algunas veces con pudor...otras veces con sin rubor y sin pena. Sabrá que si se toca con los dedos allá abajo, se le irán humedeciendo los labios de la vagina. Sentirá que el capullo llamado clítoris se inflama y palpita. Entenderá que existe algo llamado masturbación, que en la calle eso se llama "hacerse la paja", decidirá si se la hace o no...o si lo dice abiertamente a sus amistades, quizás diga siempre que jamás lo hace, aunque sospechemos que ella, en muchas noches se entrega al placer por sí misma.


Las fantasías rondan su mente, los deseos son ahora más frecuentes, sabe que ser virgen es "no haber perdido el himen en una penetración", le han dicho que "eso duele", pero también sospecha que si todas las mujeres, o casi todas, lo han vivido es por algo y que tarde o temprano a ella le tocará. Será cuestión de tiempo.


Ya habrá visto penes en algunas revistas o en alguna película, y en la sociedad actual, internet habrá puesto una parte para que la lujuria esté a flor de piel. Algún día verá un pene erecto en vida real, tendrá que verse desnuda frente a frente con un hombre, si es que esa es su tendencia sexual, digamos la lógica. Pensará qué se sentirá ser penetrada, tendrá la curiosidad de saber a qué sabe un pene en su boca, igualmente se habrá enterado que a la mayoría de los hombres les gusta el sexo anal, decidirá luego qué hacer con esa reiterada petición masculina.


Como se ha dicho anteriormente, el tiempo se encargará del resto. Llegará el día de su encuentro con el sexo opuesto, llegará el día de sentirse mujer, de ser mujer...y de saber la diferencia exacta entre mujer y hembra.

ESTEFANÍA...Y EL DESEO DE PERDER LA INOCENCIA


El relato que a continuación comparto con mis lectores, es la historia de Estefanía, una ex niña, una recién mujer de apenas 18 años cumplidos. Toda cuerpo, hecha ya para ser deseada, provocativa por su andar, por ser coqueta, insinuante aún sin experiencia. Dispuesta a enfrentar sus primeros retos sexuales. Ella, morena, de piel canela más bien, de senos grandes, tiernos a simple vista, senos que se movían al titmo de su caminar, cintura estrecha, de esas cinturas que quedan escondidas cuando un hombre se posa sobre el cuerpo de la mujer que las tenga así, caderas salientes, como para formar el molde de una guitarra. Y qué decir de su entrepierna...por encima de aquel blue jeans ajustado se notaba un manjar para dioses, todo estaba al descubierto aún por encima de la tela. Era intencional aquella evidente provocación. Ella sabía que las miradas de hombres irían a ese lugar primero, después escanerían el resto de su cuerpo. Sin embargo su mirada era otro mundo, sus mirada transmitía al mismo tiempo dos cosas a la vez: "no sé nada de sexo, pero deseo que me hagas daño". Es curioso esa dualidad, contradictoria quizás, pero cierta. Eso decía su mirada.

Aquel día, mejor dicho, para ser más preciso, aquella noche, frecuenté su casa, realmente fui a visitar a su hermano, compañero de estudios, vivian allí puros hermanos, estudiantes todos, han venido desde la provincia a estudiar en la capital del país. Yo era mayor que ella 10 años y nuestras miradas se habían cruzado ya con cierta picardía, esas miradas que se dicen todo, de manera que nos gustábamos, había atracción mutua. Faltaba tan sólo la oportunidad de estar cerca, muy cerca.


No hacía falta ningún motivo especial para tomarse unos tragos ese viernes nocturno, jóvenes todos, lo único que se necesitaba era ganas de tomar y charlar en buen ambiente. Estefanía desde lejos me miraba insinuante. Lo mismo hacía yo. Mientras las horas transcurrían, las cervezas iban y venían, acelerando las fantasías entre aquella criatura hecha mujer y yo. Entonces decidí tomar con más pausa y esperar, quizás, que sus hermanos se fueran rindiendo a la madrugada y al cansancio. No era un plan, era un deseo, quería que ellos se fueran a dormir y quedarme con Estefanía a solas. Ella, sospecho deseaba lo mismo. Y tal fue lo deseado, que uno a uno los hermanos y su hermana mayor, se fueron a dormir y me ofrecieron que me quedara en su casa y que podía dormir en el sofá. Sucedió que esa niña, esa mujer, se sentó a mi lado e iniciamos una conversación, que, en principo era cotidiana, luego el tema pasó a un plano íntimo, después a un tema sexual y...en ese tema, por unos instantes nos detuvimos a miranos, ella acercó su cara, arrimó su boca a mis labios y estampó un beso tierno. Ese beso se convirtió en un intercambio apasionado de lenguas inquietas, justo beso para que la erección de mi miembro intentara dar salida a través del pantalón. Entonces, ella sabiendo lo que ya me pasaba, colocó su mano sobre mi pierna, buscaba acercarla al bulto que se me había formado entre las piernas. Le ayudé y le puse su mano sobre mi erección, noté que lo palpaba, noté que era la primera vez que sentía un pene palpitando. Su mirada se quedó quieta sobre mi entrepierna, sin hablar me estaba pidiendo que quería verlo. Decidí sacar de su prisión a mi pene para que Estefanía lo viera. Su cara dibujó una curiosa sonrisa, y se inició a acariarlo con cierta pena. Fue luego mi mirada la que le insinuó que me mostrara sus tetas, lo entendió tan directo que se levantó su camisa y dejó ver su sostén y aquella exquisita forma que asumía su blanda piel. Luego, se bajó un poco el sostén y sus pezones erectos saltaron deseosos de ser probados por primera vez por la boca de un hombre. Eso hice.
Estefanía estaba entregada a la pura curiosidad, pero el instinto funciona. Con más rapidez comenzó a entender que si su mano apretaba más mi pene y que si subía y bajaba su mano con rapidez, provocaba más excitación en mí...me estaba masturbando. Fue tal su frenesí que expulsé todo el semen que tenía, un volcán de placer cuyo contenido nos bañó a ambos, hasta su hermoso rostro fue salpicado de mi lujuria. Ella, Estefanía, abrió su boca en señal de sorpresa, era la primera vez que veía todo aquello, se miró su mano empapada y soltó una nerviosa carcajada. Le pedí con cierto nerviosismo que hiciera silencio, pues podía despertar a quienes dormían.


Ella se levantó del sofá, se bajó su camisa para cubrir sus senos y me pidió con señas que guardará mi pene. Se fue a su cuarto sintiéndose más mujer. Al cabo de unos minutos se asomó a la puerta de su habitación y me hizo una seña para que acercara. Me detuvo en la puerta, no me permitió entrar, sólo quería mostrame algo. Se dirigió hasta el fondo de su cuarto y se puso de espaldas a mí, se bajó el pantalón y me mostró el esplendor de aquel trasero no tocado aún por ningún hombre, una diminuta y sexy prenda íntima cubría lo necesario, lo demás era piel...sexo.


Se inclinó para ofrecerse más, para excitarme más...para excitarse más. Se lo fue quitando poco a poco, con malicia inexperta, pero malicia al fin. La pequeña tela se desprendió de la humedad que la sostenía...


Y de pronto, su blummer se fue al piso en caída libre apenas pasó por sus rodillas. Se giró toda ella y su vulva depilada quedó al descubierto. Se acostó en su cama casi dispuesta, pero con su mano me dijo que no. Me hizo entender que me quedara en la puerta, que no fuera a su cama.

Ella sólo se quería mostrar desnuda, se quería mostrar mujer, quería que la viera y que la deseara más. pero, al mismo tiempo, se estaba dando el tiempo necesario para ir más lejos. Estefanía había dado lo suficiente, una parte de su curiosidad había quedado satisfecha, el instinto había aflorado. Desde ese momento lo demás vendría en camino.

Estefanía, se cubrió con una mano su entrepierna palpitante y nerviosa, nerviosa y hambrienta. Me miró como diciendo "soy mujer", "soy hembra"..."y me has visto desnuda". Me dijo con esa mirada que quería dejar de ser niña para siempre, que otro día, tal vez otra noche se atrevería a más. Y así fue. Tanto así fue, que aún la recuerdo.













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