domingo, 28 de noviembre de 2010

UN DOMINGO EN LA TARDE, UNA IDEA Y UN GEMIDO EN EL BALCÓN
Delia esperaba en su casa la visita de su novio, era un día normal, final de la tarde de un domingo de tantos, un domingo en que la familia de Delia había salido y la joven se dedicó a leer un rato para entretenerse antes de preparar algo de comer para ella y su pareja. De pronto, su mente se fue alejando de la lectura, la imaginación tomó alas y alzó vuelo hacia las vivencias de la piel en batalla lujuriosa contra la piel del sexo opuesto. Aún con la mirada puesta en las líneas del libro que leía, sin poner atención por supuesto, colocó las piernas sobre el espaldar de la silla y comenzó a sentir el impulso animal del sexo, sin duda, Delia se estaba preparando por dentro.

Como si estuviera apenada por sus pecaminosos pensamientos, se acariciaba los muslos con timidez, se sentía divina, pero quería ser devorada, quería que no quedara ni un poro de su piel intacto en la próxima batalla con su hombre. No pasó mucho tiempo sin que el libro fuera a parar al piso, ella definitivamente iba a un preludio en solitario, se iba a excitar mostrándose deseosa frente al espejo, se imaginaba cómo su chico la vería con ganas locas en determinadas posiciones.
Se mostraba de perfil, se levantaba la pequeña falda, se acariciaba las nalgas, se las abría, se rozaba el ano con sus dedos, llevaba sus manos a la vulva, se daba palmaditas para calentar su coño ya inquieto, se acariciaba con frenesí los senos, luego los estrujaba con marcada morbosidad.


Delia se quitó la falda y sobre la mesita de su tocador se puso en cuatro patas, al tiempo que cantaba una canción para llevar el ritmo y sentirse más provocativa. Se imaginaba en pocas horas estaría en esa posición, pero surtida de pene hasta lo más profundo de su vagina, o tal vez de su ano, según se diera el caso.

Delia se abría más y más, sus carnes blandas de su vulva se veían ya empapadas de líquido, lubricada y lista para tener sexo estaba aquella alocada mujer en su habitación. Se sentó sobre la mesa y coqueteaba simpáticamente consigo misma frente al espejo, se sentía niña traviesa.

Se miraba con curiosidad su vulva, la tocaba, la abría, la cerraba, estiraba sus labios, introducía sus dedos el el hoyito, se los lamía con lujuria loca, se imaginaba a su novio pasando su lengua por su caliente intimidad, se imaginaba el tieso trozo de carne de su pareja perforarle eso, pensaba cómo después de de la eyaculación saldría una parte del semen chorreando por sus nalgas.




Se había visto todos los detalles de su entrepierna, había palpado lo suave de esa piel interna, lo sensible de ese capullo llamado clítoris, la rugosidad de los labios vaginales salientes como flor en primavera, había visto cómo salían gotas de su orificio, gotas que resbalaban por los glúteos para ir a caer a la madera de aquella mesa, muda testigo del frenesí de mujer deseosa.

Delia se paró y se abrió todas las nalgas, como si quisiera que su ano tomara todo el aire posible, ella soltó un suspiro, muy parecido a un gemido. Estaba lista, había quedado preparada para "abrir fuego" cuando apareciera su novio. Pero más aún, quería ser "cogida" en el balcón, quería gemir como nunca, deseaba aullar, le fascinaba la idea de imaginarse que la vieran desde la calle mientras la poseía su chico. Justamente en ese instante tocaron la puerta y Delia desesperada, sin falda por cierto, corrió a abrir la puerta, no importaba quién fuera el visitante, la probabilidad más alta es que se tratara de su novio, pero le fantaseaba la idea de que fuera cualquier persona. En fin, sí era su novio Enmanuel, éste la miró de arriba a abajo, boquiabierto supo de inmediato que tendía que entrar en acción inmediatamente.

Y así fue, cerró la puerta la besó en la boca con pasión, y de una vez le tocó el mojado coñito, mientras más apasionado se hacia el beso, más adentro del coño iban los dedos. Allí mismo ella se desprendió de lo que quedaba de ropa, él se fue desvistiendo en plena sala, sin dejar de palpar por todas partes el inquieto cuerpo de Delia. En aquella locura animal, se fuero desplazando hacia el balcón, justo en la puerta que da vista a la calle, Delia se sujetó de de la entrada, levantó su trasero un poco, lo necesario para ser penetrada con comodidad, abrió las piernas, se movía hacia adelante y hacia atrás para ajustarse a lo que ella sabía que le vendría. Sintió la entrada del miembro duro y asesino, partirla en dos, entonces ella aferró sus manos a la puerta del balcón evitando que en algún envión nuevo saliera despedida al exterior. Su chico le entraba con furia, con pasión, como castigándola, como tratando de satisfacer a aquella mujer endemoniada, una y otra vez la empujaba en la penetración. A él le excitaba aquella escena en el balcón, le estremecían los gemidos y alaridos de su hembra, gemidos que, seguramente, escuchaban a centenares metros de distancia en el vecindario. No habían pasado quince minutos cuando Enmanuel soltó todo su contenido, se estaba vaciando dentro de Delia, ahora los gemidos eran en coro. Entonces mientras el miembro de Enmanuel, bombeaba menos semen a la vagina de Delia, los gemidos y los gritos iban bajando de intensidad para convertirse en suspiros de satisfacción. Enmanuel sacó su agotado pene de las profundidades de ella, e inmediatamente la vagina soltó un cascada de leche, aún tibia, que se fue deslizando por los muslos de la piernas, rumbo abajo, la estela de semen acarició los laterales de ambas rodillas y el final terminó en los tobillos.




Delia buscó una larga toalla, se envolvió en ella y satisfecha hasta la saciedad se fue a las afueras del balcón, allí se quedó quieta, pensativa, serena y mojada. El amor es caprichoso, el sexo también.



CUANDO EL CUERPO DE UNA MUJER ES UNA POESÍA

Es posible que muchos hombres vean en el cuerpo femenimo una expresión física de lo meramente carnal, de lo puramente sexual. Incluso la modernidad ha ubicado ese pensamiento en el umbral de lo edónico, y la mujer también ha aportado su granito de arena y se ha mostrado casi como "un objeto de deseo puro". Sin embrago, sin necesidad de evitar lo provocativo del cuerpo de una mujer, por las características armoniosas más cuidadas que en el cuerpo masculino, la mujer desnuda puede ser fuente de inspiración que trascienden lo sexual. He aquí un ejemplo:

Tus senderos, tus caminos, tus abismos de mujer

Cabalgué sus labios, troté a galope su boca toda
remonté sus dientes y llamé beso a ese paseo
Trepé mi aliento a su cuello y suspiré un sueño
me dejé caer en sus orejas para susurrar el viaje que deseaba

Deposité mis dedos en sus senos, escalé la cima
y floté mi mirada suavemente sobre sus pezones a punto de erupción.
Todas mis caricias se hicieron manos en aquellas suaves montañas
y me desplacé por un tembloroso costillar rumbo al Ecuador de su mundo.


Cada poro se entregaba, se abría, cada poro se plegaba a los míos.
Su ombligo era de un relieve irregular pero hermoso remolino de lujurioso.
Más abajo, la planicie de un vientre palpitante
bosque lampiño
selva deforestada
selva suave en su horizonte

Olor a frenesí, aroma a mujer, sensación de río cerca
que se abría ante mis ojos como un abismo infinito,
Agua tibia, agua fresca
agua mía
agua para mi sed
Aguas que se hicieron turbulentas frente a mi lengua
por momentos quise ahogarme en ese río desbordado
recuperé mi aliento luego y y me aferré a sus muslos como balza
en salvamento
Respiré profundo y volví a sumergirme
busqué lo más profundo de ese mar
sentí los misterios subterráneos de su alma
y palpé sus infiernos en plenas llamaradas de placer



Descubrí sus accidentes y fundí amor y pasión
en un solo sentimiento
absorbí su olor para recordarlo siempre
y descansé muy quieto en la mitad de ella



Piel suave, piel tierna, buena tierra en cada siembra
en cada siembra de ser hombre, en cada siembra de mis besos
en cada siembra de pedazos de mi alma
en cada siembra de vivencias, de sueños y de anhelos.

Estar en ella, es volar con rumbo
a lo desconocido
y mientras más desconocido sea
más rápido agito las alas con destino a tus gemidos

Viajar en ella, es comprometerse a morir
con tan solo descubrirla así desnuda
es conquistarla en cada espacio
y quedarse en frenesí

Porque viajar sobre ella, dentro de ella
es tocar infiernos celestiales
hogueras que acarician
llamas que que reviven una vela



Sentirla abierta
es nadar contra corriente
y agotarse satisfecho
desmayar en la suave orilla de su loco palpitar

Luego volver a verla sentada, desvestida, quieta y mojada
tranquila y soñando
Sentada y volando
sentada y deseando



Y luego se me muestra entera
y se me entrega de espalda
y me da lujuria plena
y todos mis miedos saltan

Y la miro parada como ensueño que encanta
y observo sus partes
su piel y su alma
su alma hecha carne
Y me deja viajando
en caminos y senderos
cayendo en abismos
y buscando abrigo
Y me quedo soñando
buscando la muerte
muriendo en su cuerpo
matando mi suerte.
Así como un recuerdo que queda, como una historia que inquieta, queda un homenaje escrito entre letras y signos, un poema hecho cuerpo, un cuerpo hecho mujer...para siempre.

ASUNTO DE PIEL





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