domingo, 27 de marzo de 2011

CUANDO LA NATURALEZA NOS MIRA

O LA PROVOCACIÓN ESTÁ A FLOR DE PIEL


La naturaleza humana tiene su origen en su instinto animal, su inicio como ser viviente y en capacidad de hilar pensamientos y buscarle lógica a la mayoría de sus acciones, pero allí en esos orígenes estaba el hombre y la mujer, más bien, el macho y la hembra en total, o casi total desnudez, con la cual funcionaba lo cotidiano, aunque "aparearse" siempre ha tenido algo de privacidad íntima, pero aún así desnudo casi se sentía libre y esa sensación de libertad al desnudo, quizás se haya trasladado a nuestros días con un toque muy provocador y particular. Quienes hayan experimentado el hacer amor en un ambiente natural, al aire libre, pueden haber pasado por dos "momentos" clásicos: sentirse desprovisto de moralismos y, al mismo tiempo, sentir que la adrenalina sube frente a la posibilidad de ser visto aunque sea desde lejos, porque en el fondo esa posibilidad de ser "espíado" nos hace ser objetos del deseo para los "mirones". Lo cierto es que la Naturaleza, que sí es sabia, nos mira y muchas veces hasta nos ayuda a cumplir con nuestros bajos instintos sexuales. Y eso me sucedió con Maritza. Y eso no se olvida.




Maritza era una de esas chicas con quien uno nunca se puede hacer ilusiones de ser su pareja, uno no cree que se pueda tener a semejante mujer entre los brazos, y no es baja autoestima, es más bien pesimismo, porque al verla se sospecha que los pretendientes son infinitos y uno tiene la tendencia de imaginarse como el último de la fila y no es que ella sea una estrella de cine o una top model, pero es de esas mujeres que todas las partes de su cuerpo fueron creadas por Dios para ver hasta qué punto podíamos los hombres evitar la tentación del pecado de la lujuria. Ella una mujer consciente de que provoca, de alegre y pícaro andar, de cabello negro y mirada viva, pero destilando un poquito de "inocencia", es decir, su cuerpo apetecible y su carita como ajena a esa provocación, pero en el fondo siempre lo sabe y maneja esa dualidad a la perfección. En fin, aconteció que ya nos conocíamos desde hace cierto tiempo, compatíamos un mismo ambiente y una misma profesión aunque ella era mucho menos que yo, en cada oportunidad que tenía de verla y encontrarla sola, no dejaba de insinuarle mis deseos por tener algo con ella, cosa que hacía con picardía basada en la confianza que nos teníamos, mientras ella, con habilidad y gracia, me ponía en el umbral de lo "imposible".


Pero no hay que darse por vencido nunca, las mujeres a veces tienen una forma distinta de decir las cosas, hay que entender el código. Insistí en salir, insistí en almuerzos e invitaciones al cine y nada. Pero un día y sin hacerme mayores ilusiones se me ocurrió en una llamada que le hice preguntarle si quería ir a la playa conmigo. Lo primero que escuché fue: "puede ser"...luego..."tal vez" y, finalmente, "bueno, está bien". Digamos que aunque deseaba tener ese cuerpo, poseer a Maritza, no fui a la playa pensando ni siquiera en un beso, íbamos de panas, como amigos que ese domingo no querían quedarse en casa. Sí, sólo eso. Pero el Destino, o el sol, o la arena, las olas, quizás los tropicales tragos, o tal vez y sencillamente las ganas de sexo que Maritza me estuvo escondiendo por tanto tiempo, habían dado con ese momento único de ser un hombre que atravesaría el umbral del más puro deseo por una mujer, en otras palabras, la atravesaría a ella con toda la expresión de la más hermosa lujuria jamás sentida.


Les voy a ser breve porque la historia también será contada a través de dos minutos y medio de imágenes reales algunas y recreadas otras. Desde que llegamos a la playa, nos ubicamos lejos de la gente, que por cierto no era mucho ese día. Nos sentamos sobre toallas, en la arena, aún con una cómoda ropa casual puesta, nos refrescamos con una cerveza ella y yo, e iniciamos cualquier tema de conversación. En cierto momento me alejé y la deje sola, volví al cabo de un tiempo y la miraba sentada, con sus brazos cruzados sobre sus rodillas, luego se recostó hacia atrás apoyándose en sus codos, fue el único momento de contemplación romántica que tuve, lo demás era puro deseo de sexo con esa hermosa criatura. Al cabo de una hora, cuando el sol ardía a su hora plena, Maritza se levantó y justo enfrente de mí comenzó a quitarse el short jean que tenía, una escena que al recordar me genera escalofrío por aquello que sentí al verla. Bajaba una parte del jean. es decir el lado izquierdo primero, luego bajaba otro tanto del lado derecho, todo aquello con un ritmo acompasado y femenino. Sin duda, sabía que me estaba toturando con esa manera de desvestirse, y fue así como una de sus preciosas nalgas saltó ante mis ojos, y tres segundos luego, la otra nalga, sólo un trocito de tela cubría el centro de sus glúteos, una tanga cuyo color no recuerdo, para mí todo aquello era piel. Maritza se inclinó un poco hacia adelante para deshacerse del short y casi me coloca su trasero en la boca, con lo cual se daba inicio al proceso de "soñar" con tenerla, pero conservé la compostura hasta que después de dos horas y media tomando y conversando, con los intermedios lógicos para darse un baño en el mar, tocamos el tema del sexo, el famoso "temita" del sexo y sus consabidas preguntas: ¿cómo te gusta", ¿cuál es tu posición preferida?, ¿qué piensas del sexo anal?, ¿has sido infiel alguna vez?, en fin, la escena servida. Si ese tema se da, si existe un gusto entre las dos personas, una atracción, si está el ambiente preciso y si los tragos ayudan, entonces el porcentaje de entrega es alto. Aín así, no veía que Maritza tuviera dispuesta a algo, salvo por un detalle, se marchó por unos minutos y fue detrás del rompe olas y me dijo: "el tema y el sol me han puesto caliente y así no me puedo quedar". Al principio pensé que iría a refrescarse a un lugar más solitario, pero al cabo de minutos su frase..."así no me puedo quedar", me generó suspicacia, le busqué un sentido más sexual, más íntimo, entonces decidí tomar nuestras cosas e ir a buscarla. Me acerqué al rompe olas, lugar de rocas inmensas salpicadas por el batiente mar y comencé a divisar a Maritza, ella estaba de pie y de espaldas a mí, ya no tenía ni la camiseta, ni la parte superior de su bañador, pero me pareció curioso que sus brazos se movían con cierto ritmo, sus manos coincidían con su entrepierna, cuando escuchó que alguien se acercaba, volteó nerviosa y rápido, pero al caer en cuenta que era yo, no tuvo ya porqué sentir verguenza al ser descubierta masturbándose y me dijo:"Te dije que el temita me había puesto caliente, ni modo". Aún con la boca abierta y sin salir de mi asombro, le dije: "me hubieses pedido una mano y te ayudo", a lo que respondió pícaramente: "...el día no se ha acabado". Eso fue suficiente, a partir de entonces comencé a desear con más fuerza que esa gente que estaba en la playa se fuera pronto, es más, confieso que contaba más a las personas que se iban que los minutos que pasaban.



Y como suele ocurrir, entre bromas, risas y picardías, aparece el beso largo en la boca, esos besos que nunca tienen exceso, no tienen final, si acaso se termina de dar, nunca se acaba en el recuerdo porque es un beso que pacta con lo eterno, es un beso de esos que tienen dosis de ternura, pero esa ternura es mínima, comparada con la pasión que anuncia el paso a la humedad del deseo íntimo.


Maritza y yo sabíamos, sin decirlo, que aquello sólo sería sólo "vivir el momento" y por tanto lo que se pudiera vivir se viviría, así que con el frenesí de una niña traviesa y viendo que ya en la playa no había nadie, Maritza se quitó todo y corriendo se fue al mar, yo entendí aquello como un metamensaje y los descifré así: ¡desnúdate y sígueme!!! Entonces, sin pudor alguno, fui al encuentro de ella en pleno mar y todo fue diversión y ternura, lo mejor venía en camino.

Maritza convertida en provocación

Parte I




Y finalmente, nuestros cuerpos pedían a gritos "fundirse" bajo el sol, uno unido al otro y así aconteció, pero sólo les comentaré que sentirla fue indescriptible, muchos de ustedes, hombres y mujeres pensarán que esa frase es un lugar común, y es cierto; sin embargo, las experiencias individuales sólo la podemos compartir con la vivencia propia y así sentí yo a Maritza cuando sobre su cuerpo inicié el descenso a su más tibio y profundo abismo, primero encima de una toalla playera y luego por el fragor de la pasión en plena arena, y digo abismo porque justamente mientras la penetraba, la sensación de caída era tal cual, sabía que al final moriría, porque vaciarme en ella, verle la hermosa cara extasiada de placer, en el momento de mi orgasmo, sin duda, era morir. Lo que viví esa tarde es quizás lo más parecido a un sueño deseado, lo que ustedes verán en el vídeo de un minuto, para mí no ha terminado aún.

Maritza entregada

Parte II




ELLA ES MARITZA, UN SUEÑO HECHO MUJER


Y a continuación los dejo con una serie de bellas fotografías, un poco para que los chicos pongan a volar su imaginación y las chicas también, los primeros porque bien pueden soñar despiertos pensando en vivir el momento en tales paraísos y con aquella mujer que más deseen, y las chicas porque si algún día anhelan sentirse desnudas y con ganas, la playa es el sitio, así que para quienes ya lo han vivido, deben repetirlo pero mejorando lo anterior.


Ella es Vanessa D`Giacomo, italiana, quien estuvo de visita en Venezuela y sin pensarlo dos veces se entregó a la naturaleza, más que a su acompañante. Nunca dudó de experimentar la más completa libertad con su hermosa desnudez.


Tal fue su atrevimiento, que escaló rocas de considerable tamaño y sus partes íntimas se ofrecían con tan marcado detalle para deleite del afortunado que la miraba en aquella basta soledad.

Vanessa, sin duda, una mujer de ensueño, una chica deseada hasta la saciedad, posiblemente por hombres y mujeres. Pero vale decir a las damas lectoras del blog, que ustedes tienen los mismos atributos que como hembras Dios les ha dado, entonces, repito, la imaginación de las chicas puede encontrar vuelo en estas imágenes. Sean protagonistas de la historia que quieran.




La playa es un lugar por excelencia para el disfrute con la naturaleza, familias, grupos y novios, amistades se dan cita en mar, pero es que, además, la playa tiene, por supuesto, un embrujo especial, ese encuentro con lo más pequeño de tela que hombres y mujeres modernos puedan encontrar y el mar y el sol y hasta el mismo sonido de las olas, suele ser un canto ideal para que se desaten pasiones de día bajo el sol, o de noche en complicidad con la luna.
Y como muestra ya hemos mencionado que Vanessa le mostró a la naturaleza que, precisamente, de ella viene y que llegó al mundo para disfrutar y para que la disfruten, por lo menos eso parece decirnos en cada fotografía.



Y así, con esa sonrisa, se despide esta hermosa italianita tropicalizada en playas venezolanas, una joven que seguramente debe haber quedado mojada por fuera de agua de mar y por dentro de...bueno, no seamos mal pensados.


Esta fotografía es de una joven colombiana de nombre Carol Beltrán, nos muestra un traje hecho de pura piel, ceñido al cuerpo de tal forma que parezca que está desnuda. Es una broma, obvio que no tiene nada puesto. Carol se deja bañar por cada ola, una sensación placentera experimenta cada vez que el agua salada le recorre las fisuras más íntimas de su cuerpo.


Geraldine Matamoros, posa en una playa que nos recuerda una obra de arte, pero una obra así sólo es posible con ese espectacular mar con sol en ocaso y un cuerpo que invita a la locura íntima. Sin duda, provoca.

La playa también es un lugar perfecto para los "buzos" o "buzas", que también las hay, y vale explicar que en Venezuela se le llama buzo a quien mira con cierto morbo a una persona o disfruta de una situación en la que lo sexual esté vinculado, en otras palabras, experimentar vouyerismo, sobre todo si hay chicas que asumen la pose que vemos en la foto anterior.

La playa puede ser un lugar lleno de tentaciones, de miradas cruzadas y, a veces, de actos impulsivos producidos por la extrema lujuria y por la casi desnudez de algunas.



La playa no necesariamente puede desatar pasiones o bajos instintos estando en compañía y Nicol Anderson nos da una pequeña pero evidente muestra de lo que estamos diciendo. Es suficiente sentirse desnuda, sentirse deseada o desear, para que el cerebro le diga a las manos adónde deben dirigirse...y Nicol, obediente claro, no tarda mucho en entregarse a ella misma. Ella conoce el nivel de humedad necesario en su vagina, conoce el punto exacto de máxima erección de su clítoris y sabe cómo darle rienda suelta a los deseos de su ano.




Y aquí vemos a Nicol, ya en traje de noche, buscando un poco más de soledad para seguir, tal vez, conociendo los más íntimos secretos de su cuerpo y compartirlos con la naturaleza playera.

Y aquí, abajo, la expresión de la piel latina, del cuerpo latino producto de la mezcla de razas, un cuerpo modeado por tres manos, la india, la negra y la blanca, un cuerpo que transmite "sabor" con sólo mirarlo, sólo un ejemplo de una venezolana como muchas hay.




Dicen que Venezuela es tierra de Misses, pero el cuerpo de la venezolana es más cintura y pierna que estatura y delgadez. En fin, los dejo con los sueños y los planes de disfrutar playa y arena, sol o luna, pero siempre dedicando al cuerpo más que un bronceado; si es posible, si las ganas se juntan, si la persona que desean está al lado, si se presenta la oportunidad, no la desperdicien...hay que "vivir el momento".






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