domingo, 13 de febrero de 2011

EL CANTO DE LA PIEL



Y en el mes de los enamorados,

los enamorados del amor, del placer, del sexo

un regalo especial...

ESOS MOMENTOS EN LA CAMA

La mujer es un ser dotado de virtudes especiales, y cada vez más se supera en cada ámbito que la sociedad le ofrece, ser mujer, madre, estudiante, profesional y soñadora como nadie, le otorgan un alto puntaje en el reino viviente. Pero, eso sí, sus instintos están intactos, ese origen primario de ser hembra va con ella, late con ella.


Ella tiene sus momentos de serenidad, momentos cotidianos, sencillos y normales. Pero estamos seguros que hay otros momentos, instantes, minutos, horas tal vez, que con pareja o no, casadas o solteras, encuentran un espacio que, quizás ni buscan, pero que el cuerpo reclama.

Y aquí no estamos hablando de la masturbación, no, estamos hablando del cuerpo desnudo o casi desnudo de una mujer y sus poses al dormir, sus sueños húmedos, o sus pensamientos mojados. Lo que ocurre en la ama sólo lo sabe ella, pero lo imaginamos todos.
Puede que todo comience en una fresca tarde de descanso, en una pequeña siesta de un domingo cualquiera, ella desnuda toda, libre y hecha piel, sólo hay en esa cama un cuerpo de hembra que yace tendido, derramando olores de intimidad en las sábanas. Sólo ella, la mujer que por momentos se inquieta, se mueve como buscando una posición más cómoda, como buscando darle aire a su entrepierna. No se sabe qué sueña o qué piensa, no sabemos se está dormida por completo, pero abajo, muy abajo, en su entrepierna, está sucediendo algo.


Sí, una gota cristalina, casi una lágrima va saliendo de esas carnes tiernas, una gota que inicia un lento y descendente recorrido por piel irregular hasta que salta a la cama. Ella se mueve y adopta otra posición, una de sus manos va al encuentro mismo de la humedad.
Pero también la cama puede ser una invitada intencional, sencillamente el sitio más cómodo para que el cuerpo femenino de rienda suelta al morbo sexual que estalla en el cerebro en determinado instante y comienza a desplazarse por cada rincón del cuerpo que genere placer. En este caso la cara de ella ya dibuja la malicia que se va autoproducir en el cuerpo, labios, boca, lengua, tetas, pezones, caderas, vulva, labios íntimos, nalgas, rajita y ano bailarán al ritmo de la lujuria. Obvio, la cama se moverá lenta o rápido, dependiendo de la furia conque sea estremecido ese cuerpo. La cama también es testigo mudo de la aparente tristeza de su dueña, o de la nostalgia ocasionada por algún motivo.Tumbada en la cama, ella, con la mirada ida en el techo o depositada en algún detalle de la pared, deja que sus manos acaricien la piel desnuda como si se tratara del pelaje de una mascota. Es decir, no hay malicia por ningún lado, hasta que la mente se va al último encuentro sexual o al primero, tal vez piensa en el compañero de estudio que la mira con ganas de devorarla, o en el comentario que le hizo su jefe un día que se quedaron solos una tarde de mucho trabajo...o puede ser que una fantasía atravesó su pensamiento, pudiera ser que desea oler un coño como el de ella, saborearlo, una simple curiosidad pues.
Hay quienes como se ha dicho ya, van al grano, al tema y de una buena vez y sin comtemplaciones, como si se tratara de un cuerpo ajeno, proceden a descuartizarlo sexualmente. Se masturban con todas las de la ley, se hacen la paja del día, botan todo lo reprimido, todo lo contenido y ya. Punto.


La tímida, la lolita, la que dice que usa la cama para ver tele, estudiar o comer algo ligero, se disfruta desde lejos, se ve en el espejo, observa su culito con marcado placer, pero más aún, se lo imagina entregado a un chico para que éste haga con eso lo que le venga en ganas. Mientras piensa, tararea una canción de moda, abre y cierra las piernas como para acompañar al tema musical, pero en verdad está en guerra allá abajo, pronto estará desnuda y gimiendo en tonos bajos para no ser escuchada por sus padres.
Hay quienes no gustan de dormir desnudas en su totalidad, pero sienten un mayor e intenso placer sabiendo que toda su parte baja está cubierta por un pequeñito trozo de tela. Esa sensación genera más locura, no es tan sólo para no manchar la cama de posibles humedades nocturnas, sino para imaginarse que esa es la segunda visión que un hombre tendrá de ella. la primera, como sabemos, es ella vestida, la segunda en ropa íntima y la última...tal cual, pura piel. Por eso mismo ella se disfruta más así, un preludio de lo que vendrá luego.
Cuántas historias contaría una cama, cuántos gemidos, jadeos, cuánto fluído íntimo ha ido a esas sábanas, cuánto semen recién salido de vulvas enajenadas por un hombre, cuánto olor a sexo y a placer. Cuántas miradas, como la mirada de esa joven rubia que se comtempla desde arriba y se estira la liga de tanga para después ir bajándola poco a poco.
La cama, aposento sereno, no necesariamente destinado al descanso. Un espacio flexible, tan flexible como el pensamiento sin recato de una mujer moderna. Tan flexible como el clítoris erecto de ella. Puede bastar un suave toque, un abrir el capullo y luego girar el dedo sobre la cúspide para moverse de un lado a otro buscando el gran orgasmo casero.
La cama es el soporte de todo esfuerzo humano, a veces por perpetuar la especie, otras veces para todo lo contrario pero con el marcado y necesario placer de verse sumisa, o sumiso, dominada o dominadora. Es la misma cama que vio cómo una mujer dejó de ser virgen por detrás. Esa primera vez, distinta a la sangrienta pérdida virginal de la vagina, fue tan pavorosa t dolorosa que la misma cama cerraría los ojos, si los tuviera claro, para no ver cómo ese orificio va cediendo espacio al trozo de carne invasor. Sin embargo, esa cama también puede ser testigo eterno de las caricias que en solitario la "antes víctima" hace ahora con sus dedos sobre el ojete ya con menos pliegues radiales de los que tenía en principio.
La cama, como el papel, también aguanta todo. Es el caso de la niña recién hecha mujer por su primer hombre, una tarde y en su propio cuarto. Ya en la noche, entrada la madrugada no hay más en qué pensar sino el el colchón manchado de sangre de himen roto y en ese dolorcito interno, dolor que no deja de tener un sabor a placer. Lo hecho, hecho está. Toda mujer pasa por eso, casi siempre fue en una cama esa primera vez...hay que prepararse para el segundo round y los tantos que vendrán. La cama estará tendida y dispuesta.
Algunas mujeres se quedan en la parte de arriba de su cuerpo, bastan las caricias en los pechos para volverse locas y estremecer sus muslos hasta lograr que suenen mientras abren y cierran las piernas. Lugar ideal: la cama.
Otras comienzan en la cama y tal es su desenfreno que van a terminar en el piso. Es pura lujuria, manos sueltas, revolcones, juguetes íntimos, consoladores, dilatadores del ano, dedos, gritos de estremecedores, opacados por la música en alto volumen y claro está, ausencia total de más personas en la casa. Esa chica volverá a la cama más tarde, cuando se recupere.
La cama también recibe a la joven abierta de par en par, toda su vulva expuesta al aire libre, todos sus labios salientes a más no poder, un asomo incluso de su orificio vaginal. Más nada, ella no se toca, no se mueve, sólo piensa, respira, piensa y abre sus piernas.
Las "modelitos", las top model caseras, se inician en la cama. Claro allí se sienten cómodas, se imaginan en un set fotográfico y dan rienda suelta a su sueño.
Pero igual terminan desnudas y "echándose dedo" donde quieren. Es que la cama suele ser un espacio peligroso. Ese lugar permite que descansemos al dormir o que, al revés, nos agotemos de tanto placer, solos o acompañados. Cama es cama.

Y digo descansar o agotarse, porque pueden ocurrir esos eventos separados o juntos. Juntos cuando los sueños se vuelven traviesos. Fantasías, deseos reprimidos, recuerdos gratos, lejanos o recientes aparecen en la mente sin ser llamados...
Y entonces lo inevitable acontece de nuevo. Inquietud, movimientos sospechosos, posiciones indecorosas, a veces vulgares y explícitas y tangas para abajo. Lo demás ya lo imaginan, a mojar la cama otra vez.
La cama nos ofrece dos hermosas caras a la vez. Como se ha dicho, ese sueño apacible y profundo de una mujer desnuda, toda ella expuesta en una desnudez artística, toda ella larga y tendida para ser comtemplada por ángeles o vouyeristas de oficio.
Un cuerpo desnudo desprovisto de lujuria, una piel desnuda y apacible, un territorio con sus altos relieves, con sus accidentes, sus montañas, mesetas, colinas, bosques desforestados, caminos transitados, riachuelos y cuevas exploradas.
Una perfecta combinación de serenidad e inocencia dormida. Ese cuerpo es sólo para ver, para que retome fuerzas en esa plácida y esponjosa cama. No es un cuerpo para profanarlo con sexo de hombre, ni siquiera con sexo de su propia dueña.
La otra cara que nos da una cama puede ser esa. Un mujer sencilla, normal, convertida en puta solitaria, ociosa, maliciosa, zorra, perra...una mujer común pero en una cama para ella sola. Un lugar para hacerse de todo, para hacerse daño y disfrutarlo al máximo.
Un lugar para estremecerse, para ponerse en cuatro patas, para abrirse toda, para imaginarse que se la coje el novio, el esposo, el amante, el vecino, el compañero de trabajo, el profe, o que se la coje una amiga.
La bendita cama, ese lugar para voltearse boca arriba, para meterse los dedos hasta el fondo, para gemir, jadear, incluso para llorar de placer....para olerse, para probarse a sí misma, para degustar el exquisito jugo de la vagina.
Para tomar de sí misma todo el ph que la hace precisamente hembra, un lugar para tocarse toda, por dentro, por fuera, por detrás, por delante, para despeinarse excitada de tanto pensamiento subtérraneo.



Y es que podemos decir que la cama, las almohadas, las sábanas, son un espacio en el que hombre y mujeres, marcan su territorio, y a veces el macho domina y otras veces la hembra domina...pero cuando esas hembras están solas en la cama, no sólo se dominan ellas sino que se puede decir que se están preparando para dominar al mundo o para ser esclavas de la cama para siempre.

Un momento en el baño






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