CUANDO EL DESEO APARECE DE REPENTE

¿ACASO ES EL MOMENTO?

El deseo por tener sexo, por dejar "salir" esa energía acumulada, es sin duda cuestión de un momento, cuestión de segundos que coinciden con un pensamiento, una circunstancia, un ambiente y un cuerpo dispuesto. No necesariamente hay que estar cerca de la pareja, ni siquiera con el sexo opuesto, se puede estar solo o sola, de allí el acto de autosatisfacerse. Pero puede suceder entre novios, esposos o parejas ocasionales, incluso desconocidos o desconocidas por completo. O entre amigos, o, como el caso que experimentó nuestra bella Sasha, con su mejor amiga.



Juegos peligrosos, juegos entre ellas
Hay encuentros casuales, y hay encuentros buscados o propiciados, en estos últimos tipo de encuentros casi siempre la otra parte no sabe lo que le espera. Eso sí, se disfruta igualmente. Abelinda, invitó a su novio a almorzar, nunca le dijo que ese día iba a estar sola en su hogar. Ella le había tendido una "emboscada", como se dije vulgarmente, quería que se la cogieran esa tarde. claro eso no se dice con esas palabras, mucho menos una dama a su novio...pero en la mente sí se puede dar rienda suelta a toda forma de pensar.

Jonás, como se llama el novio de Abelinda, llegó cerca de las diez y treinta de la mañana y ella justo al recibirlo en la puerta fue que le dijo que estaba sola y que sus padres regresarían al final de la tarde, es más le dio la noticia de que ella sería la que cocinaría para él. En fin, al tiempo de estar un rato charlando en el patio, Abelinda convidó a su novio a la cocina para que le ayudara en algunas cosas. Ella vestía muy casual, un short, una franela o camiseta dominguera y unos tennis con medias cortas, coqueta y pícara comenzó a buscar en la alacena todo aquello que necesitaria, era obvio que ni idea de qué iba a preparar, pues estaba clara que lo que ella quería que comiera su chico, no estaba en la alacena, estaba entre sus piernas.

Una parte de esa historia, de ese momento que ella, Abelinda había provocado, está en el siguiente vídeo. Ya saben...siempre un almuerzo puede ser la opción más oportuna.
Cómo "cocinar" un buen momento de placer
Yo ya mencioné, los momentos del deseo por placer sexual sólo necesitan algunos elementos para precipitarse en una cascada de eventos lujuriosos. Y la soledad a veces es la mejor compañía para poner a mover los hilos de la locura íntima.
Masturbarse, "hacerse la paja" "usar los cinco amigos" (los dedos), es un acto conocido por todos, por casi todos para excluir a algunos moralistas, un acto que permite profundizar cada opción o parte del cuerpo susceptible a proporcionar placer. En el hombre, básicamente es la acción puñetera de de llevar la piel de su miembro lo más atrás posible, dejando al descubierto toda la rosada cabeza, una y otra vez, con un ritmo que sólo el dueño puede ejecutar, un director de orquesta que pone su mente en la más pura imaginación íntima para extraer de sí mismo hasta la última gota de semen que pueda tener. ¿El lugar adecuado? Para el hombre casi todo lugar funciona. En cambio la hembra necesita mayormente más espacio, más comodidad para abrirse, más intimidad para soltar sus gemidos.
Masturbarse, "hacerse la paja" "usar los cinco amigos" (los dedos), es un acto conocido por todos, por casi todos para excluir a algunos moralistas, un acto que permite profundizar cada opción o parte del cuerpo susceptible a proporcionar placer. En el hombre, básicamente es la acción puñetera de de llevar la piel de su miembro lo más atrás posible, dejando al descubierto toda la rosada cabeza, una y otra vez, con un ritmo que sólo el dueño puede ejecutar, un director de orquesta que pone su mente en la más pura imaginación íntima para extraer de sí mismo hasta la última gota de semen que pueda tener. ¿El lugar adecuado? Para el hombre casi todo lugar funciona. En cambio la hembra necesita mayormente más espacio, más comodidad para abrirse, más intimidad para soltar sus gemidos.

Floralba, sólo necesito estar sola, estar casi vestida, más bien casi desnuda, pensar en algo pasado, en algo reciente, en una fantasía, en un hombre, en una mujer, o sencillamente pensar en esas partes de su cuerpo que nada más están esperando las órdenes del cerebro para iniciar su tarea. Pero no será necesario describir aquí una masturbación femenina, quienes la hemos visto sabemos que cada mujer tiene un estilo, y quienes la han experimentado...también lo saben.
Recibir un masaje es sin duda un acto sublime para darle al cuerpo un merecido relax, una lluvia refrescante de sensaciones que eliminan una carga importante de estrés. Hombres y mujeres acuden a expertos en masajes terapéuticos en búsqueda de paz corporal. Eso sí, la concentración debe estar exclusivamente dedicada al masaje, porque cualquier descuido, cualquier pensamiento que se desvie por parte del masajista o su cliente, puede traer consecuencias, sobre todo si ese desvío mental tiene que ver con sexo.


Alexandra sabe muy bien de qué estamos hablando. Ella decidió llamar a su masajista más reciente, poco conocido pero recomendado por su antiguo masajista que, por motivos de viaje se fue del país temporalmente. Alexandra acostumbraba ir a el estudio del masajista, pero esta vez cambió de planes pues estaba muy agotada para emprender el trayecto de su casa al centro de la ciudad en donde se encontraba el estudio del profesional. Esa llamada para recibir masaje a domicilio sería la clave del evento.
El masaje: la tentación
Una suerte similar tuvo Nikol, la diferencia es que el masajista que ella llamó no lo conocía, era su primera cita y al llamarlo la citaron al propio estudio. Ella fue sólo por un masaje, pero el hombre tenía en mente otra cosa. Al verla tan joven e inexperta en muchas cosas, se propuso excitarla intencionalmente con los masajes a fin de "quebrar su resistencia" . Así fue, bastaron unos minutos para que Nikol se dejara poseer...por supuesto, no resistió mucho, el masajista le había parecido atractivo.
Para Annie, la historia fue otra, el hombre otro y el escenario otro. Sexo ocasional con un chico del gimnasio a quien había saludado en más de una oportunidad. Annie se sentía atraída por un instructor llamado Pete y conocido en en local como Pat. El asunto para resumirlo es que un día lunes el gimnasio no había recibido la cantidad de clientes habituales, y sin percatarse se fueron quedando solo en su rutina de ejercicios, ellos y la recepcionista y el personal de limpieza. Nadie más. Pat era un instructor joven pero con mucho tiempo trabajando allí, por ello era de confianza y la recepcionista cuando el reloj marcaba las nueve en punto le entregó las llaves para que él se encargara de cerrar. La suerte estaba echada. Había el gusto de ambos, era de noche, estaban solos en el gimnasio y el sudor de tanto ejercicio generaba un vapor sexual ideal. Al cabo de unos minutos de haberse quedado solos, los gemidos de Annie no se hicieron esperar, escapan raudos y veloces por las rendijas de las puertas y ventanas del gimnasio, como para decirle al vecindario públicamente: "Soy mujer, y me están penetrando".
Masaje por fuera, masaje por dentro
Para Annie, la historia fue otra, el hombre otro y el escenario otro. Sexo ocasional con un chico del gimnasio a quien había saludado en más de una oportunidad. Annie se sentía atraída por un instructor llamado Pete y conocido en en local como Pat. El asunto para resumirlo es que un día lunes el gimnasio no había recibido la cantidad de clientes habituales, y sin percatarse se fueron quedando solo en su rutina de ejercicios, ellos y la recepcionista y el personal de limpieza. Nadie más. Pat era un instructor joven pero con mucho tiempo trabajando allí, por ello era de confianza y la recepcionista cuando el reloj marcaba las nueve en punto le entregó las llaves para que él se encargara de cerrar. La suerte estaba echada. Había el gusto de ambos, era de noche, estaban solos en el gimnasio y el sudor de tanto ejercicio generaba un vapor sexual ideal. Al cabo de unos minutos de haberse quedado solos, los gemidos de Annie no se hicieron esperar, escapan raudos y veloces por las rendijas de las puertas y ventanas del gimnasio, como para decirle al vecindario públicamente: "Soy mujer, y me están penetrando".

Rompiendo el silencio a fuerza de gemidos
En algún momento, en sólo instantes, buscando el placer o tal vez no, el deseo por dar salida a la energía que llevamos dentro y que nos permite relacionarnos íntimamente con los demás o conocernos mejor nosotros mismos a través del autoplacer, nos asalta el sentimiento de querer sentir plenamente la piel en su temperatura más intensa. Solos en un cuarto, quietos en un colectivo, con la esposa cerca, o el esposo en la cama, con ropa, desnudos o en la ducha...







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