sábado, 17 de abril de 2010

Masturbarse o eso que llaman hacerse la paja
Aquello que las mujeres no dicen que hacen, pero que disfrutan
Ellas hablan de amores, de odios, de encuentros y desamores, de sus relaciones íntimas con los hombres, hablan de lo cotidiano, de los estudios, del trabajo, de la familia...pero de la masturbación nunca o casi nunca. Aún hoy el tema queda en el cofre de los secretos mejor guardados de ellas. ¿Por qué? Tal vez porque de generación en generación, se les hizo pensar que era pecado, que era dañino o que no hacía falta. La sociedad patriarcal confinó a la mujer y a su íntimidad a un escondite de tabú. Pero los tabú, igual que las reglas y las normas, se rompen, se transgreden. No importa que no lo digan, sabemos que lo hacen y lo disfrutan. De eso se trata.

Las historias suelen iniciarse en la adolescencia, el punto en que la niña experimenta en su cuerpo una serie de cambios internos y externos, el momento en que se hace mujer y se siente mujer. Entonces sentada en su pupitre en un salón de clases, cruza sus piernas una sobre otra y al mover la pierna que está arriba, siente un exquisito roce de su muslo ejerce en la entrepierna. O tal vez en la ducha, cuando desliza el jabón por su intimidad y se la abre para lograr mayor higiéne. O donde generalmente, las fantasías y los pensamientos íntimos comienzan su alocado vuelo: en la cama, ella sola en su cama.

Su mano se desliza suavemente hacia su vientre, se palpa poco a poco los pliegues, una sola mano hace esa tarea, mientras la otra, casi siempre se queda en la cima de sus pechos, acariciando los pezones muy suavemente. La mano inquieta, la que está abajo, abre con los dedos los labios, y la humedad va apareciendo desde lo más profundo de ella. Riega con sus dedos toda su carne, de arriba abajo, lubrica toda su vulva, toda su vagina. Sabe que el clítori se erectó inquieto, pero lo deja quieto para darse banquete después. Su mente está fanteseando, quién sabe con quién, con qué o en dónde, pero está volando.

Ella está sola, sola con su intimidad, con su deseo, su propia pasión la va llevando a abrir más sus piernas, de par en par, como queriendo tragarse al mundo. Es hora de palpar su fondo introduciendo un dedo en su orificio, pero sin brusquedad, sólo la punta del dedo, no como lo hacen los hombres con ella, no. La punta del dedo le resulta más gratificante, lo que quiere sentir es que está penetrada por ella misma. Posiblemente para excitarse más. echa un vistazo a su vagina, la mira inclinándose un poco hacia adelante. Luego vuelve a tumbarse sobre la almohada. Ahora le toca al clítoris su dosis de dedos. Lo acaricia por encima, lo mima, lo adora, lo ama, le da toquesitos para hacerlo temblar. Acelera el movimiento, primero a la izquierda, después a la derecha, gira su dedo índice sobre su cíltoris inflamado...aprovecha para decirse a sí misma y en voz baja, muy baja "puta", "puta". En ese preciso instante suelta un gemido y otro y otro.



Se calma. Descansa. Al pasar sólo unos segundos, lleva sus dedos a la boca, siente su sabor más íntimo en su boca. Ahora, vuelve su mano hacia el centro del placer otra vez, sus dedos van cargados de saliva para bañar su clítoris y darle más lujuria.
Entonces recuerda que su ano también merece cariño, sabe que está sola y que lo que a veces no permite que le haga su pareja, lo puede hacer ella sin ninguna verguenza. Lubrica su ano con saliva y comienza suavemente a dilatarlo lo suficiente como para abrirlo un poco.

Desesperada mira a los lados, busca en el techo más fantasías, quiere sentirse toda. Arremete entonces contra su clítoris de nuevo, esta vez duro, más duro, frenéticamente, gime, grita, se acarivia las tetas de forma intermitente...presiente el final.


Se inician los temblores, deja una mano en su vagina y la otra busca las sábanas como tratando de aferrarse a ella para no caer a un abismo, al que intencionalmente busca caer, una contradicción de su placer.


Su mirada perdida en un infinito se amarra a cualquier distancia, las piernas convulsan y suelta un alarido, que solo su cara puede expresar, porque prefiere guardar silencio aún sabiendo que está sola y puede gritar si quisiera, pero al mismo tiempo, quiere creer que hace algo malo, como para disfrutarlo más. Acabó.

Hace mucho tiempo, en los siglos XVIII y XIX, circulaban una gran cantidad de manuales y libros médicos contra este “mal” , llamado también “vicio nocturno” o “acto morboso”, que sembraban pánico en la población. Se inventaron aparatos y se puso en boga el uso de camisas de fuerza para impedir que, en las noches, los jóvenes pudieran realizarla. Aunque los tiempos han cambiado ese acto de las mujeres de masturbarse, sigue siendo algo entre ella y ella. Algo que se sabe, pero que a diferencia de los hombres cosa que se da por un hecho muy normal, las mujeres parecen que desean que siga siendo un tabú para disfrutarlo mucho más.

Después de aquellos truenos, que duraron varios siglos, no todo se resuelve ahora diciendo lo contrario. Asimilar las ventajas del autoerotismo que enuncian hoy psicólogos y sexólogos, sobre todo, en la población femenina, es una labor de educación sexual y convencimiento que lleva su tiempo. Especialmente, hay que hablar del tema, cosa que apenas se hace todavía

Si no se desea hacer algo, no se debe hacer, si lo deseas hazlo!! La masturbación es pura ventajas:
1. Permite el aprendizaje de la actividad sexual en un ambiente relajado, en el cual no hay que estar pendiente de la pareja y preocupadas por una buena identificación de la propia activación y respuesta sexual.
2. Puede servir para aliviar la tensión sexual, especialmente cuando no se dispone de otra alternativa.
3. Resulta un ejercicio que puede practicarse a lo largo de la vida.
4. Resulta efectiva para fortalecer la musculatura pélvica.
5. Diversos estudios demuestran que proporciona una vida sexual más larga.

Así que "hacerse la paja", es una opción para darle al cuerpo una vía de escape al deseo, a las fantasías. Es una forma de conocerse, de encontrarse con las palpitaciones de la piel, una manera de saber que las sensaciones del sexo pueden compartirse consigo mismo.

Por eso, sabemos lo que ocurre en los cuartos de una mujer, en su cama, el la ducha, en el baño, en el sofá de la sala...en el salón de clases, en el vehículo en pleno tráfico, o en la oficina de trabajo un final de jornada, cuando la mayoría se ido.

Sabemos que sus dedos han sido mojados una y otra vez, que no son sólo los llamasdos sueños húmedos los que hacen la tarea. Tal vez, estimada lectora, hoy es un buen día, quizás la soledad te invite a sentir el placer de saber quién eres a pura piel...tal vez hoy, tal vez.


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