sábado, 8 de agosto de 2009

Sangre en la cama

Dicen que “la primera vez nunca se olvida”, y algo de cierto debe haber, porque luego viene una segunda vez, una tercera vez…una cuarta vez, una enésima vez. Pero nunca la primera vez vuelve. La iniciación tiene sus variantes, hombres y mujeres van al primer encuentro vestidos con la cultura que les rodea y con la dosis de educación que han recibido. El relato que van a leer es una historia sencilla, llena de miedos, temblores, sudores y humedad. Una historia de una chica, un chico y una cama.

Ella estaba dispuesta a la vajilla, se había desprendido de casi toda su ropaje debajo de la sábana, solo quedaba en su cuerpo la parte inferior de su ropa, un diminuto hilo dental dispuesto para la ocasión. Cubriéndose hasta el cuello, miraba a su joven amante con una intensa luz llena de placer por descubrir, en una extraña y entendible mezcla de inocencia y miedo. Su mirada era, al mismo tiempo, una invitación para que él diera los pasos que lo separaba de la cama.

Ella, ya tenía sobre su temblorosa piel el cuerpo completamente desnudo del joven. Él, entregaba un beso tierno en la boca de ella, de Ana, que así se llamaba. Era el principio de un acto que no podía darle paso al preludio de los expertos. Ella, inexplorada toda. Él, con algo más experiencia conocida, por lo menos conocía el calor que da el fuego del sexo.Él fue bajando de la boca de ella al cuello, del cuello al pecho y, como buscando el botón de “inicio”, comenzó a girar su lengua sobre el pezón erecto de ella. Se escuchó un suspiro, justo en el momento que toda la sábana que cubría a la pareja se hizo a un lado. Era la posición ideal para que él procediera con sus manos a deslizar la pantaleta de ella hasta donde los brazos le alcanzaran, quiero decir, hasta los muslos. Lo suficiente como para que ella, con un sutil movimiento de sus piernas, dejara el hilo dental colgando de un tobillo, allí permanecería el resto de la faena.

Ahora desnudos ambos, ella entrelazó sus brazos en la espalda de él, él remontó de nuevo la boca de ella. Abajo ocurría otra cosa. Algo duro y firme de él, rondaba inquieto aquella piel íntima y aún no húmeda de ella. Las piernas de Ana se abrieron a petición de él. Entonces lentamente, el miembro del chico tomó posición, lentamente fue apartando la virginal fisura de la vagina de Ana, luego los labios…lentamente él comenzó a sentir lo tibio, lo mojado de aquella piel. Oportuno momento para que ella soltara, casi inaudible: “Por favor, despacio…sí?, por fa, despacito”. Volvió él a besarla, tal vez buscando distraerla, tal vez buscando romper la súplica recién de ella. Su miembro encontró entrada. Poco a poco se fue perdiendo dentro de ella. Ana soltó la espalda de él para empuñar las sábanas como en desesperado intento por no caer a un abismo. Se le rompía la piel, se le desgarraba el alma. El himen cedió por completo, dejando escapar por las pequeñas salidas que le dejaba el pene de él, un hilo de sangre que bajó por sus nalgas y se fue quedando quieto en la cama desnuda. Ella, ya sentía parte de él en lo profundo de su ser. Él, se había hundido en la historia de ella. Los brazos de Ana volvieron a la espalda de del chico. Y volvió el beso en la boca. Y él, levantó su trasero para salir de ella, eso sí, poco a poco, mientras un quejido tierno dejaba escapar ella., mientras un olor a sudor de piel fue llenando aquel espacio. No hubo orgasmo. Eso parece. No esta vez. Ella depositó su mirada en el techo. Él, cerró los ojos sobre la almohada. Había sangre en la cama.

Nunca más supe de ellos, nunca más supe si el amor los acompañó en un nuevo encuentro. Cada vez que paso enfrente de aquella habitación las luces permanecen apagadas.

1 comentario:

  1. Me parece una buena iniciativa este estilo de paginas...te felicito y esperamos un segundo relato...

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